jueves, 11 de septiembre de 2008

La paz


Para el hombre que mira el río,
cuyo anhelo es el mismo
del agua y las ramas,
la paz.

Para que la madre pueda
sonreír al azul,
con su fruto más tierno
en los amantes brazos,
la paz.

Para que los niños cierren

los ojos lasos sobre la visión
de un campo todo alado de flores y aros,
la paz.
Para la mesa simple
con la gracia de los meses
y la alegría de todos
del color de las viñas,
la paz.
Para que las manos sean
y continúen siendo
las dulces desveladas
que dan forma a la dicha
y crean otro cielo
con estrellas distintas,
-y es un nuevo amor, por ellas
el que aparece como un alba-
la paz.
La paz para negar
el horror y la muerte...
La paz de brazos altos
-nuevo bosque en la tierra-
contra el viento de fuego,
para apoyar el vuelo de la paloma
limpia de sangre, y evocar
un aire de baladas con manos anudadas
bajo el honor de las glicinas...
La paz para negar la llama atroz,
la paz de brazos altos y de ojos abiertos...
Juan L. Ortiz